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Philadelphia, PA: La Cámara de Representantes de Estados Unidos llevó acabo una votación sobre la legislación destinada a evitar que el presidente Donald Trump pueda comprometer las Fuerzas Armadas del país en el extranjero.
Evidentemente que la acción de los demócratas en ese hemiciclo tiene una connotación eminentemente politiquera. En un intento casi rayando la desesperación por desmontar el ascendente posicionamiento político del presidente Trump con miras a las próximas elecciones, que según todas las mediciones las tiene aseguradas.
La última vez que el Congreso aprobó una declaración oficial de guerra fue hace casi 80 años, durante la Segunda Guerra Mundial. En 1973, como no, los mismos demócratas produjeron una ley que definía aún más el papel del presidente en la decisión de acciones militares después de las revelaciones de que el presidente republicano Richard Nixon había realizado unos bombardeos sobre Camboya en secreto.
Primero fue el intento fallido de un Impeachment que busca el castigo al presidente Trump y no a su precandidato favorito y su hijo, Joe Biden y Hunter Biden, quienes sí infringieron la ley con negocios turbios en Ucrania mientras este era vicepresidente en el gobierno de Obama. Esta jugada política parece que saldrá tan mal, que Nancy Pelosi, demócrata, presidente de la Cámara de Representantes, todavía no se atreve a someterlo al Senado, porque ya está avisada que fracasará.
Ahora salen en “defensa” del terrorista iraní, Qasem Soleimani, que había planificado y ejecutado la muerte de miles de estadounidenses que se encontraban en el terreno de guerra y fuera de el. Prácticamente quieren desautorizar al presidente por haber ordenado matar a este terrorista. La excusa que presentan para esta acción desproporcionada es que los demócratas están «preocupados» porque estas acciones de Trump, podrían llevar a una guerra abierta entre EEUU e Irán.
Los demócratas están «alarmados» porque la decisión fue de Trump, pero cuando Bill Clinton ordenó la intervención militar sin contar con la aprobación del Congreso de EEUU en Kosovo, guardaron silencio. Igual pasó con el flamante presidente Demócrata, Barack Hussein Obama, que regresó a la edad de piedra a Libia, sin preguntarle al Congreso, contando con el silencio absoluto de los congresistas demócratas.
La práctica ha sido común entre presidentes de ambos partidos. Las guerras contra Corea y Vietnam o la intervención de Richard Nixon en Camboya, pasó exactamente lo mismo. Cuando el gobierno de EEUU declara una persona, un estado o una organización como terrorista, ipsofacto se convierten en un objetivo militar, cuya eliminación no requiere de ninguna aprobación del Congreso y mucho menos si esta acción no conlleva el despliegue de tropas sobre el terreno, sino que se usan drones no tripulados..
El espíritu de esta ley persigue el juicio colectivo entre el Congreso y el presidente sobre la utilización de tropas en el extranjero. Establece que los presidentes deben terminar las acciones bélicas en el extranjero después de 60 días, si el Congreso todavía no ha producido una declaración de guerra. Sin embargo, cuando se trata de un objetivo declarado terrorista previamente, el presidente puede y siempre va a actuar de acuerdo a las recomendaciones de su equipo militar y el pentágono.