ESPAÑA.- VIENTRES EN ALQUILER, ALGUNAS MUJERES ALQUILAN VIENTRES POR QUE NO DESEAN PERDER SU FIGURA O POR FALTA DE FERTILIDAD.

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Manolo Guevara Díaz
elsoberanodigital.blogspot.com

MADRID — Son las doce de la mañana del primer sábado de mayo y no sé qué es más violento a esta hora: que a una pareja con problemas de fertilidad que cruza la puerta del hotel Weare de Madrid le griten desde la calle que está comprando bebés, o que el plan VIP de subrogación de vientres en Ucrania de la agencia Surrofamily, que acaba de caer en mis manos, incluya por menos de 60.000 euros la canastilla de bienvenida al crío, una niñera de 9:00 a 18:00 y un teléfono inteligente de regalo.
Ser una mujer sola, latinoamericana y aún fértil que se pasea callada y curiosa por los stands de Surrofair, una feria europea de gestación subrogada, me permite no ser blanco de las manifestantes feministas ni tampoco carnada para ningún vendedor que quiera ofrecerme la posibilidad de tener un bebé a través del útero de otra mujer. Así que me muevo con cierta libertad en medio de estos mundos irreconciliables que chocan ahora mismo dentro y fuera del hotel cuatro estrellas que muchos ejecutivos eligen cuando vienen a hacer negocios, muy cerca del estadio del Real Madrid, en una de las zonas más caras de la ciudad.

El primero de esos mundos está formado por agencias internacionales de gestación subrogada y sus potenciales clientes: parejas heterosexuales y parejas gays en busca del sueño del bebé propio. El segundo, por colectivos feministas que están radicalmente en contra y han venido a intentar parar el evento con una protesta. Salir de un microclima para entrar al otro empieza a tener mucho de esquizoide.


Si bien lucrar con la gestación y su producto está penado por ley en España, sí se puede organizar una feria que ofrece estos servicios. Hace unas semanas, estos mismos colectivos de mujeres que protestan lograron que el hotel que iba a alojar a la feria en un inicio cancelara el contrato para evitar escándalos y los organizadores tuvieron que buscarse otro. En España, en la actualidad hacer contratos de gestación de bebés en vientres de mujeres que renuncian a ellos a cambio de dinero es ilegal. Las parejas que pagan por estos servicios deben hacerlo fuera de su país, de preferencia en Ucrania (el destino más barato, donde se ofrece todo el proceso a menos de 40.000 euros), Estados Unidos (el más profesional y caro: puede llegar a costar hasta 200.000 euros) o Canadá (bajo la modalidad de altruismo, sin pago —pero que es engañosa porque siempre se paga— y sobre todo lenta). A través de una serie de trámites bilaterales se podrá traer a los niños de regreso, aunque hay casos en que se les ha denegado el salvoconducto.

“La palabra feria implica mercado y, así como no existe una feria pública de riñones, no puede haber una feria que comercie con el embarazo, el parto, el cuerpo de la mujer y el bebé”.ALICIA MIYARES, PORTAVOZ DEL COLECTIVO NOSOMOSVASIJAS

“No hay un solo cartel, están escondidos… por algo será”, dice ahora Alicia Miyares, portavoz del colectivo NoSomosVasijas, que ha venido a manifestarse junto con la Red Nacional contra el alquiler de vientres. Para ella, la gente que entra ahora mismo por la puerta está anteponiendo sus deseos a los derechos humanos. “La palabra feria implica mercado y, así como no existe una feria pública de riñones, no puede haber una feria que comercie con el embarazo, el parto, el cuerpo de la mujer y el bebé. 

Los estados democráticos no aprueban la compra y venta de órganos, y sin embargo, hacerlo con vientres de mujeres nos parece válido. Hay que mostrar esa contradicción”, dice.

A su lado, una de las Femen —el colectivo de mujeres feministas célebre por sus acciones de protesta en topless— lleva la panza pintada con un código de barras.

Surrofair es por dentro como cualquier feria, como la de celulares o la de marihuana, con un montón de stands y vendedores de risas falsas, salvo que en esta las paredes están llenas de gigantografías de bebés sonrosados. O de familias o parejas felices de dientes blancos abrazándose en un prado bajo el sol. También hay una que otra foto de alguna mujer muy simpática que se acaricia el vientre, alguien que promete mantener esa sonrisa cuando el bebé ya no esté más a su lado. Es la gestante. La única persona a la que uno no puede encontrar por aquí para hacerle una entrevista. Porque está a miles de kilómetros, en su país pobre, empollando el huevo de otra mujer.
‘Todo incluido’

Hasta 2015, uno de los destinos más visitados por parejas de todo el mundo que buscaban tener bebés por subrogación era la India, pero se probó que su fama de “fábrica de bebés” no era gratuita cuando salieron a la luz los regímenes de esclavitud en los que vivían las gestantes: hacinadas en “granjas” durante nueve meses, sin poder salir ni tener sexo ni estar con sus familias ni comer lo que les provoca; explotadas muchas veces por sus propios maridos y por las agencias, a veces recibían una miseria a cambio de parir hijos de occidentales.

En su libro El ser y la mercancía, la periodista y escritora sueca Kajsa Ekis Ekman cuenta que las gestantes llegaban a ser hipnotizadas para no desarrollar el instinto maternal y se les enseñaba a hablar a sus vientres diciendo: “Tus padres te esperan”. Desde entonces, el país inició un proceso para prohibir que un extranjero pudiera contratar mujeres indias para estos fines.
Credit. The NYTimes

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