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Por: Nellys del Orbe
Las estadísticas de las instituciones del Estado que tienen que ver con la violencia (Procuraduría General de la República, Policía Nacional, Ministerio de la Mujer…) y los reportes que a diario vemos y escuchamos en los medios de comunicación radial, escrito, televisivo y en las redes sociales, de mujeres, y en menor magnitud hombres, muertos o agredidos físicamente por sus parejas o familiares.
Nos dan una idea de la magnitud del fenómeno violencia de género y violencia intrafamiliar que como un sismo azota la República Dominicana, llevándose o desintegrando a su paso todo lo que un día fueron vestigios de la partícula más pequeña de la sociedad: la familia.
De acuerdo a Estadísticas de la Procuraduría General de la República Dominicana, en el año 2015 se produjeron 73,928 denuncias de infracciones relativas a Violencia de Género e Intrafamiliar y Delitos Sexuales. De esa cantidad, 28,573 correspondió a violencia física; 36,733 a violencia verbal y psicológica; y 6,741 a Delitos Sexuales. Las 1881 restantes tienen que ver con violencia intrafamiliar vinculada al patrimonio.
Y en los primeros cinco meses del presente año, sólo en la Unidad de Atención a la Violencia de Género, Sexual e Intrafamiliar de la Procuraduría Fiscal de la Provincia Santo Domingo, se recibieron 10,284 denuncias, unas 2,000 por encima de las recibidas en el mismo período del año pasado, lo que podría significar una mayor toma de conciencia del problema por parte de las víctimas, pero también un mayor incremento en las infracciones, al calcular que sólo en una provincia, de enero a mayo del 2016, se reporta el 14% del total de denuncias del 2015 en todo el país.
“Tú no sirves para nada”, “Eres un cero a la izquierda”, “Eres el peor error de mi vida”, “Todo lo que hay aquí lo he comprado yo”, “eres un(@) estúpid@”, “eres un(@) inútil”…, entre muchas otras, son expresiones que reflejan una agresión verbal y emocional en crecimiento, que inicia con miradas de advertencias, señales amenazantes hechas con las manos y partes del cuerpo, y que en la mayoría de las veces terminan en agresión física, e incluso la muerte.
Las discusiones o agresiones verbales y emocionales, que la mayoría de la gente cree son normales y ve como algo generalizado que casi siempre en las parejas “termina en la cama”, momentáneamente, es una manifestación de la violencia muy común en los hogares, que poco a poco va minando la buena convivencia, la admiración, el respeto, la consideración que debe existir entre la pareja y entre padres e hijos, hasta terminar cada uno por su lado, sólo soportándose u odiándose o matándose.
Pero las agresiones verbales no sólo van marchitando, socavando, resquebrajando la relación, también van destruyendo la autoestima en la pareja, hasta terminar creyendo que es cierto lo que le repiten: …“No eres nadie sin mí”, “Todo lo que tienes lo he conseguido yo”, “No has hecho nada en tu vida”, “Viniste al mundo para nada”…
La víctima de agresión verbal y emocional va moldeando su forma de ser, su comportamiento, su yo, acomodándose a las actitudes y exigencias de su agresor, aunque no sea por miedo; en principio para complacerl@ pensando que puede cambiar, luego para evitar los insultos repetitivos, discusiones y recriminaciones, y finalmente opta por quedarse callad@, aunque quisiese hablar, vocear, gritarle todo lo que lleva por dentro…, para protegerse, o tratando de conseguir algo de paz y tranquilidad, porque ya entendió que esa persona no va a cambiar; pero no puede, se le hace muy difícil, o no quiere zafarse, alegando la existencia de los hijos o asuntos económicos. Y es que la víctima se va acostumbrando a las agresiones hasta verlas como algo normal.
El agresor o agresora por lo general es una persona habilidosa, muchas veces con todos los argumentos del mundo para convencer a cualquiera de sus razones, incluyendo a la víctima; sumamente cordial, considerad@, amable, delicad@… fuera del ambiente de su casa; exhibe todo lo contrario a lo que realmente es en la intimidad de su hogar. Habitualmente es alguien que no le da el crédito a lo que hace o plantea su pareja, no tiene responsabilidad en las cosas negativas, pero se lleva el crédito de lo positivo, es alguien que “siempre tiene la razón”.
En el caso de que la víctima sea una persona fuerte, capaz de aguantar haciendo todo lo posible por mantenerse siendo ella misma, aunque ligeramente dañad@ emocionalmente, podrá sobrellevar el problema hasta que tome la decisión de acabar con esa relación enfermiza y chantajista. Si por el contrario es una persona con un temperamento dócil, moldeable, sumiso…, terminará siendo lo que el agresor pretende que sea: alguien con miedo, sin voluntad, sin determinación, resignad@ a actuar siempre como el otro quiere o espera. También hay casos en que la víctima se convierte en victimario, porque responde a las agresiones de la misma forma. De ahí que este comportamiento se convierta en un círculo vicioso que afecta a toda la familia. Los hijos también serán adultos violentos, que actuarán como lo aprendieron en el seno familiar.
Si es lo contrario, las agresiones verbales y emocionales habrán acabado con la vida de la víctima, aunque no físicamente, pero sí moralmente. Será una persona muerta emocionalmente, y su homicida es tan culpable como el que mata físicamente.
De ti depende el no permitir las agresiones físicas, verbales o emocionales. Ante la menor señal de una agresión, por mucho que creas querer a esa persona, Reacciona, no te sometas; porque si la permitiste la primera vez, seguirá ocurriendo indefinidamente.
Las cicatrices dejadas por la violencia física se curan con el tiempo, las cicatrices emocionales son incurables, permanecen abiertas toda la vida.
Quien te ama no te agrede, no te lastima, no te humilla, no te golpea, ni física ni verbalmente.
¡Digamos Basta Ya a la agresión física, verbal y emocional!