Manolo Guevara Diaz
Solo dos países de América Latina han legalizado el aborto: Cuba fue el primero, en 1979; Uruguay el segundo en 2012. Pero la experiencia del segundo, uno de los países más democráticos en América Latina, es la que ha dado una lección con la reforma, o al menos una visión de lo que se puede lograr.
En algunas regiones de Estados Unidos se exige que a las mujeres que desean abortar se les informe sobre el hecho de que podrían desarrollar problemas de salud mental. Un estudio reciente, que es considerado el acercamiento más riguroso al tema en ese país, socava ese argumento. Durante cinco años los investigadores le dieron seguimiento a mil mujeres que buscaron practicarse un aborto en ese país y descubrieron que las que se sometieron al procedimiento no experimentaron más depresión, ansiedad, baja autoestima ni insatisfacción con la vida que aquellas a quienes se les negó.
Estos hallazgos surgen mientras el debate sobre el aborto se intensifica en Estados Unidos, donde el presidente electo Donald Trump prometió que propondría a un opositor al aborto para la Corte Suprema. El asunto de los efectos de este procedimiento en la salud de la mujer, tanto físicos como mentales, ha sido un argumento efectivo durante los últimos años pues los estados lo han utilizado para promulgar normas y restricciones.
El estudio, publicado en JAMA Psychiatry, solo encontró un aumento de síntomas psicológicos en las mujeres que solicitaron abortos pero no les permitieron someterse al procedimiento porque sus embarazos habían sobrepasado la fecha límite.
Sin embargo, su angustia fue corta, bien sea que buscaran abortar en otro lado o que tuvieran al bebé. Aproximadamente, seis meses después de que las rechazaran en la primera clínica su salud mental se parecía a la de quienes habían abortado.
“Lo que considero increíblemente interesante es cómo todas de alguna forma se emparejan después de seis meses a un año”, señaló Katie Watson, una especialista en bioética de la Facultad de Medicina Feinberg de la Universidad Northwestern, quien no participó en la investigación.
“Este estudio nos habla de la resiliencia de la gente que lidia lo mejor que puede con las circunstancias y sale adelante”, dijo. “La revelación es lo común que es”.
Con el nombre de Turnaway Study y conducido por el programa de Nuevos Estándares Avanzados en Salud Reproductiva de la Universidad de California, el estudio luchó por evitar las dificultades metodológicas de las investigaciones anteriores.
Otros ensayos compararon a las mujeres que abortaron con las que elegían dar a luz, dos grupos tan diferentes que, según varios expertos, era poco lo que podía aprenderse al compararlos. Otros estudios no explicaban si las mujeres habían tenido problemas psicológicos previos, lo que las pone en mayor riesgo de presentar problemas de salud mental después de un aborto.
El Turnaway Study consideró los antecedentes de salud mental y se enfocó en mujeres que están cerca o más allá de la fecha límite en que una clínica permitiría un aborto, de manera que los investigadores pudieron comparar a las mujeres que solicitaron abortos desde el principio. Los límites de las clínicas varían según el estado pero también las decisiones individuales de la clínica. Los límites en las 30 clínicas de los 21 estados que se usaron en el estudio oscilaron entre las diez semanas de embarazo y el final del segundo trimestre, aproximadamente unas 25 semanas.
Roger Rochat, profesor de salud global y epidemiología en la Universidad Emory, dijo que el estudio “proporciona la mejor evidencia científica” sobre el tema y quizá influya en los desafíos planteados por las cortes a las legislaturas estatales.
“Es un estudio increíblemente poderoso”, aseguró. “Los estados seguirán aprobando leyes que restrinjan el acceso al aborto y, en parte, lo harán basados en los efectos sobre la salud mental. Pero la evidencia de este estudio señala que eso no es cierto”.
Randall K. O´Bannon, director de educación e investigación de Derecho Nacional a la Vida, señaló que “no es sorprendente que exista esa sensación de ansiedad y frustración” en las mujeres a las que se les niega el aborto, puesto que “se les ha dicho que sus planes se derrumbaron”. Sin embargo, enfatizó que la investigación muestra que esas sensaciones se disipan rápido, lo cual sugiere que los efectos de negar el aborto a las mujeres “no fueron completamente negativos”.
O’Bannon tiene varias críticas al estudio. “Aunque a la mayoría de la gente le suena, supongo, que cinco años es un periodo lo suficientemente largo”, algunas mujeres experimentan problemas mucho después del aborto. “Este estudio no abarca a las mujeres con esa experiencia de diez años. Algunas pasan por traumas graves más adelante, distintos tipos de efectos con los que deben lidiar, ansiedad, depresión y pensamientos suicidas”.
Aunque en Estados Unidos una mayoría abrumadora se realiza abortos durante el primer trimestre, el estudio incluyó a cientos de mujeres que los solicitaban cuando su embarazo estaba más avanzado. Hubo 452 casos cuyos embarazos estaban a dos semanas del límite marcado por la clínica y a quienes sí se les practicó, y 231 mujeres a las que se les negó, puesto que sus embarazos sobrepasaban por tres semanas el límite de la clínica. El estudio también incluyó a 273 mujeres a las que se les practicó un aborto durante el primer trimestre del embarazo.
De las 231 rechazadas, 161 parieron y 70 sufrieron abortos espontáneos o interrumpieron sus embarazos en otro lugar, por lo que a menudo tuvieron que viajar y gastar más.
Una semana después de que las mujeres solicitaran el aborto, los investigadores les hacían preguntas para valorar su bienestar psicológico y las entrevistaron cada seis meses durante cinco años.
M. Antonia Biggs, una psicóloga social que realizó y escribió el estudio, dijo que algunas personas “esperarían que las mujeres que han pasado por un aborto tuvieran depresión y ansiedad con el tiempo, pero no vemos eso”. Dijo que, en cambio, la investigación mostró que “las mujeres a quienes se les niega el aborto presentan más ansiedad, baja autoestima y menor satisfacción con la vida que las mujeres que sí pueden obtenerlo. Sin embargo, después de seis meses a un año, ya se sienten igual que las mujeres que sí abortaron”.
Otro hallazgo importante fue que las mujeres que abortaron durante el primer trimestre de su embarazo no estuvieron ni más ni menos afectadas que las mujeres que abortaron después. “La gente pensaba que, para su salud mental, sería más difícil pasar por el procedimiento tardíamente que hacerlo pronto, pero no encontramos eso”, señaló Biggs.
También dijo que el estudio sugiere que “es más probable que ampliar el acceso al aborto proteja la salud mental de una mujer más que restringirlo”, pero también señaló que algunos resultados “podrían no estar muy a favor de la decisión de la mujer”. Estos afirman que ninguno de los grupos mostró diferencias en cuanto a la depresión y que las mujeres a quienes se les negó el aborto no tuvieron “más consecuencias negativas a largo plazo en cuanto a la salud mental”.